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pragmtica de la idea de sustancia de que tenga yo conocimiento, y es obvio que sólo puede ser tratada en
serio por los que creen en la presencia real por fundamentos independientes.
Ahora bien; dejando de lado la cuestión de si en buena teologa, y no digo en buena razón, porque todo
esto cae fuera de ella, se puede confundir la sustancia del cuerpo -del cuerpo, no del alma- de Cristo con la
sustancia misma de la divinidad, es decir, con Dios mismo, parece imposible que un tan ardiente anhelador
de la inmortalidad del alma, un hombre como W James, cuya filosofa toda no tiende sino a establecer
racionalmente esa creencia, no hubiera echado de ver que la aplicación pragmatica del concepto de
sustancia a la doctrina de la transustanciación eucarstica no es sino una consecuencia de su aplicación
anterior a la doctrina de la inmortalidad del alma. Como en el anterior captulo expuse, el sacramento de la
Eucarista no es sino el reflejo de la creencia en la inmortalidad; es, para el creyente, la prueba
experimental mstica de que es inmortal el alma y gozar eternamente de Dios. Y el concepto de sustancia
nació, ante todo y sobre todo, del concepto de la sustancialidad del alma, y se afirmó este para apoyar la fe
en su persistencia despus de separada del cuerpo. Tal es su primera aplicación pragmtica y con ella su
origen. Y luego hemos trasladado ese concepto a las cosas de fuera. Por sentirme sustancia, es decir,
permanente en medio de mis cambios, es por lo que atribuyo sustancialmente a la gente que fuera de m, en
medio de sus cambios, permanece. Del mismo modo que el concepto de fuerza, en cuanto distinto del
movimiento, nace de mi sensación de esfuerzo personal al poner en movimiento algo.
Lase con cuidado, en la primera parte de la Summa Theologica de santo Toms de Aquino, los seis
artculos primeros de la cuestión LXXV, en que trata de si el alma humana es cuerpo, de si es algo
subsistente, de si lo es tambin el alma de los brutos, de si el hombre es alma, de si esta se compone de
materia y forma, y de si es incorruptible, y dgase luego si todo aquello no est sutilmente enderezado a
soportar la creencia de que esa sustancialidad incorruptible le permite recibir de Dios la inmortalidad, pues
claro es que como la creó al infundirla en el cuerpo, segn santo Toms, poda al separarla de l
aniquilarla. Y como se ha hecho cien veces la crtica de esas pruebas no es cosa de repetirla aqu.
Qu razón desprevenida puede concluir el que nuestra alma sea una sustancia del hecho de que la
conciencia de nuestra identidad -y esto dentro de muy estrechos y variables lmites- persista a travs de los
cambios de nuestro cuerpo? Tanto valdra hablar del alma sustancial de un barco que sale de un puerto,
pierde hoy una tabla que es sustituida por otra de igual forma y tamao, luego pierde otra pieza y as una a
una todas, y vuelve el mismo barco, con igual forma, iguales condiciones marineras, y todos lo reconocen
por el mismo. Qu razón desprevenida puede concluir la simplicidad del alma del hecho de que tengamos
que juzgar y unificar pensamientos? Ni el pensamiento es uno, sino varios, ni el alma es para la razón nada
ms que la sucesión de estados de conciencia coordinados entre s.
Es lo corriente que en los libros de psicologa espiritualista, al tratarse de la existencia del alma como
sustancia simple y separable del cuerpo, se emplee una fórmula por este estilo: Hay en m un principio que
piensa, quiere y siente... Lo cual implica una petición de principio. Porque no es una verdad inmediata, ni
mucho menos, el que haya en m tal principio; la verdad inmediata es que pienso, quiero y siento yo. Y yo,
el yo que piensa, quiere y siente, es inmediatamente mi cuerpo vivo con los estados de conciencia que
soporta. Es mi cuerpo vivo el que piensa, quiere y siente. Cómo? Como sea.
Y pasan luego a querer fijar la sustancialidad del alma, hipostasiando los estados de conciencia, y
empiezan porque esa sustancia tiene que ser simple, es decir, por oponer, al modo de dualismo cartesiano,
el pensamiento a la extensión. Y como ha sido nuestro Balmes uno de los espiritualistas que han dado
fuerza ms concisa y clara al argumento de la simplicidad del alma, voy a tomarlo de l tal y como lo
expone en el captulo 1 de la Psicologa de su Curso de Filosofa Elemental. El alma humana es
simple, dice. Y aade: Es simple lo que carece de partes, y el alma no las tiene. Supóngase que hay entre
ellas las partes, A, B, C; pregunto: Dónde reside el pensamiento? Si sólo en A, estn de ms B y C; y, por
consiguiente, el sujeto simple A ser el alma. Si el pensamiento reside en A, B y C, resulta el pensamiento
dividido en partes, lo que es absurdo. Qu sern una percepción, una comparación, un juicio, un
raciocinio, distribuidos en tres sujetos? Ms evidente petición de principio no cabe. Empieza por darse
como evidente que el todo, como todo, no puede juzgar. Prosigue Balmes: La unidad de conciencia se
opone a la división del alma; cuando pensamos, hay un sujeto que sabe todo lo que piensa, y esto es
imposible atribuyndole partes. Del pensamiento que est en la A, nada sabrn B ni C, y recprocamente;
luego no habr una conciencia de todo el pensamiento; cada parte tendr su conciencia especial, y dentro
de nosotros habr tantos seres pensantes cuantas sean las partes. Sigue la petición de principio; supónese,
porque s, sin prueba alguna, que un todo como todo no puede percibir unitariamente. Y luego, Balmes [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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