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distancia. Entrelazó sus dedos largos como varas y se balanceó, presa de agitación.
La Cmara Azul de Audiencias estaba iluminada solamente por unas velas
chisporroteantes que emitan un humo negro. Las cortinas centrales estaban levantadas,
pero aquella duplicación de la longitud de la sala sólo incrementaba su atmósfera
sombra. Ms all de las oscuras arcadas que conducan al porche, el gran huso gris que
se balanceaba sobre el tobogn de cobre resplandeca misteriosamente a la luz de la
luna. Una estrecha escala de plata conduca a su cabina, que permaneca abierta.
Las velas arrojaban sobre la pared interior, cubierta de losetas azules, varias sombras
monstruosas de una figura bulbosa que pareca tener dos cabezas, una encima de la otra.
Era la sombra de Samanda, que permaneca inmóvil, mirando fijamente a Glipkerio, como
quien contempla a un luntico.
Finalmente, Glipkerio, cuya propia mirada nunca dejaba de posarse en el suelo, sobre
todo al pie de las cortinas azules que enmascaraban las puertas azules arqueadas,
empezó a musitar, al principio en voz baja, pero cada vez ms sonoramente:
 No puedo soportarlo ms. Ratas armadas campan por sus respetos en el palacio, los
guardianes se han ido, tengo pelos en | la garganta..., esa muchacha horrible, ese
indecente ttere peludo que tiene la cara del Ratonero, ningn mayordomo ni doncella
responden a mi llamada, ni siquiera hay un paje que cuide las velas. E Hisvin no ha
venido. Hisvin no ha venido! No tengo a ; nadie. Todo est perdido! No puedo
soportarlo! Me voy! Adiós, mundo, adiós, Nehwon! Busco un universo ms feliz!
Dicho esto se dirigió apresuradamente al porche. De su toga negra se desprendió un
ltimo ptalo de trinitaria.
Samanda avanzó tras l pesadamente y le dio alcance antes de que pudiera subir la
escala de plata, en gran parte porque el Seor Supremo no logró desenlazar los dedos
para coger los escalones. Le rodeó con un brazo enorme y le condujo de nuevo al divn
de audiencias, mientras le enderezaba los dedos y le deca:
 Vamos, vamos, mi pequeo seor, sta no es noche para viajar en barco. Estamos
en tierra firme, en tu propio querido palacio. Piensa tan sólo que maana, cuando haya
terminado toda esta tontera, nos divertiremos de lo lindo azotando. Entretanto, me tienes
a m para protegerte, bien mo, que valgo por todo un regimiento. Qudate con Samanda!
Glipkerio, que haba intentado confusamente apartarse, arrojó de sbito los brazos al
cuello de la mujerona y casi logró sentarse sobre su gran abdomen.
Ondeó entonces una cortina azul, pero era sólo la sobrina de Glipkerio, Elakeria, con
un vestido de seda gris cuyas costuras amenazaban con reventar de un momento a otro.
La rolliza y lasciva muchacha haba engordado mucho en los ltimos das, a causa de una
desmedida ingestión de dulces para mitigar su aflicción porque su madre se haba roto el
cuello y la crucifixión de su tit, y ms an para apaciguar los temores por su propia
seguridad. Pero en aquel momento una dbil cólera pareca suplir el papel de la miel y el
azcar.
 To!  exclamó . Tienes que hacer algo en seguida! Los guardianes se han ido, no
hay sirvienta ni paje que respondan a mis llamadas y, cuando he ido en su busca, he
descubierto a esa insolente Reetha  no haba que azotarla? incitando a todos los
pajes y doncellas para que se levanten contra ti o hagan algo igualmente violento. Y
llevaba bajo el brazo un mueco vivo, vestido de gris, que blanda una pequea y cruel
espada... Sin duda, fue l quien crucificó a Kwe-Kwe...! Y ese monstruo diminuto incitaba
a ms desmanes. Me alej de all sin ser vista.
 Una rebelión, eh?  gruó Samanda, dejando a Glipkerio y sacando de su cinto el
ltigo y la porra . Elakeria, cuida de tu to. Ya sabes, viajes en barco...  aadió en un
spero susurro, al tiempo que se llevaba un dedo a la sien, en un ademn significativo .
Entretanto, les dar a esas marranas y esbirros desnudos una contrarrevolución que no
olvidarn.
 No me abandones!  le imploró Glipkerio, arrojndose de nuevo a su cuello  .
Ahora que Hisvin me ha olvidado, t eres mi nica protección.
Un reloj dio el cuarto de hora. Las cortinas azules se abrieron y entró Hisvin con pasos
comedidos, en vez de andar a toda prisa como de costumbre.
 Para bien o para mal, ha llegado mi momento  afirmó.
Llevaba su gorro y toga negros, y sobre la ltima un cinturón del que colgaba un tintero,
un estuche con plumas de ave y una bolsa de pergaminos. Le seguan Hisvet y Frix,
vestidas con sobrias tnicas de seda negra y estolas. Las cortinas azules se cerraron tras
ellos. Las expresiones de los tres rostros eran graves.
Hisvin se dirigió a Glipkerio, quien, avergonzado por la ordenada conducta de los recin
llegados, haba recuperado su compostura y permaneca de pie, tras alisar un poco los
desordenados pliegues de su toga y enderezar alrededor de sus bucles dorados la tira de
flccida materia vegetal que era todo lo que quedaba de su guirnalda de trinitarias.
 Oh, glorioso Seor Supremo!  entonó Hisvin con solemnidad . Te traigo las
peores noticias.  Al or esto Glipkerio palideció y empezó a temblar de nuevo . Pero
tambin te traigo las mejores.  Glipkerio se recobró un poco . Primero te dir las
peores. La estrella cuya llegada esperbamos se ha extinguido, como una vela apagada
por un demonio negro, sus fuegos consumidos por el oscuro oleaje del ocano celeste.
En una palabra, se ha hundido sin dejar rastro, por lo que no puedo efectuar mi hechizo
contra las ratas. Adems, tengo el triste deber de informaros que las ratas ya han
conquistado Lankhmar a todos los efectos prcticos. Vuestros soldados estn siendo
diezmados en los cuarteles meridionales. Todos los templos han sido invadidos y los
mismos dioses de Lankhmar asesinados sorpresivamente en sus polvorientos lechos. Las
ratas sólo estn haciendo una pausa, debido a cierta cortesa que os explicar, antes de
capturar vuestro palacio.
 Entonces todo est perdido  dijo Glipkerio con voz temblorosa, blanco como la cera,
y volviendo la cabeza aadió obstinadamente : Te lo dije, Samanda! No me queda ms [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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