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fijara en el tropo y en el garrote y se diera por vencido.
Comprenda que all las discusiones de menos compromiso
eran las de ms bulto y de cosas remotas, y as, era su fuerte la
poltica exterior. Cuanto ms lejos estaba el pas cuyos intereses
se discutan, ms le convena. En tal caso el peligro estaba en los
lapsus geogrficos. Sola confundir los pases con los generales
que mandaban los ejrcitos invasores. En cierta desgraciada
polmica hubo de venir a las manos con el capitn Bedoya que le
negaba la existencia del general Sebastopol.
Tambin creyó que su fama de hombre de talento se afianzara
probando sus fuerzas en el ajedrez y aplicó a este juego mucha
energa. Una tarde que jugaba en presencia de varios socios y
llevaba perdidas muchas piezas, vio su salvación en convertir en
reina un peoncillo.
-ste va a reina! -exclamó clavando con los suyos los ojos del
adversario.
-No puede ser.
-Cómo que no puede ser?
Y el contrario, por instinto, retiró una pieza que estorbaba el
paso del peón que deba ir a reina.
-A reina va, y lo hago cuestión personal -aadió envalentonado
Trabuco, dndose un puetazo en el pecho.
Y el contrario, sin querer, le dejó otra casilla libre.
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La Regenta
Y as, de una en otra, jugndose la vida en todas ellas,
convirtió el peón en reina, y ganó el juego el enrgico diputado
provincial de Pernueces.
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Leopoldo Alas, Clarn
Captulo VII
Estas y otras calidades distinguan a Pepe Ronzal, a quien
Joaquinito Orgaz tena mucho miedo. Tal vez saba el de
Pernueces que Joaqun imitaba perfectamente sus disparates y
manera de decirlos. Adems, Ronzal aborreca a don lvaro
Mesa y a cuantos le alababan y eran amigos suyos. Joaqun era
ua y carne del Marquesito -el hijo del marqus de Vegallana- y
ste el amigo ntimo de don lvaro.
-Buenas tardes, seores -dijo Ronzal sentndose en el corro.
Dejó los guantes sobre la mesa, pidió caf y se puso a mirar de
hito en hito a Joaqun, que hubiera querido hacerse invisible.
-De quin se murmura, pollo? -preguntó el diputado dando
una palmada en el muslo no muy lucido del sietemesino.
Para piernas, Ronzal. En efecto, las estiró al lado de las del
joven para que pudiesen comparar aquellos seores.
Joaqun contestó:
-De nadie.
Y encogió los hombros.
-No lo creo. Estos madrileitos siempre tienen algo que decir
de los infelices provincianos.
-As es la verdad -dijo el ex-alcalde-. Su amigo de usted el
Provisor, era hoy la vctima.
Ronzal se puso serio.
-Hola! -dijo- tambin espifor? (espritu fuerte en el francs
de Trabuco).
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La Regenta
-Se trataba -aadió Foja- de las varas que toma o no toma
cierta dama, hasta hoy muy respetada, y de los refuerzos
espirituales que su atribulada conciencia busca o no busca en la
dirección moral de don Fermn... Je, je...!
Ronzal no entenda.
-A ver, a ver; exijo que se hable claro.
Joaquinito miró a su pap como pidiendo auxilio.
El seor Orgaz se atrevió a murmurar:
-Hombre, eso de exigir...
-S, seor; exigir. Y hago la cuestión personal!
-Pero qu es lo que usted exige? -preguntó el muchacho
agotando su valor en este rasgo de energa.
-Exijo lo que tengo derecho a exigir, eso es; y repito que hago
la cuestión personal.
-Pero qu cuestión?
-sa!
Joaquinito volvió a encogerse de hombros, plido como un
muerto. Comprendió que el tener razón era all lo de menos. A
Ronzal ya le echaban chispas los ojos montaraces. Se haba
embrollado y esto era lo que ms le irritaba siempre, perder el
discurso a lo mejor.
-S, seor, esa cuestión; y quiero que se hable claro!
Ni l mismo saba lo que exiga.
Foja se encargó de poner las cosas claras.
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Leopoldo Alas, Clarn
-El seor Ronzal quiere que se le explique si se piensa que es
l quien pone las varas que esa seora toma o deja de tomar.
-Eso es! -dijo Ronzal, que no pensaba en tal cosa, pero que se
sintió halagado con la suposición.
-Quiero saber -aadió- si se piensa que yo soy capaz de poner
en tela de juicio la virtud de esa seora tan respetable...
-Pero qu seora?
-sa, don Joaquinito, sa; y de m no se burla nadie.
La disputa se acaloró; tuvieron que intervenir los seores
venerables del rincón oscuro; tan grave fue el incidente. Se
pusieron por unanimidad de parte del seor Ronzal, si bien
reconocan que se enfadaba demasiado. Le explicaron el caso,
pues an no haba dejado que le enterasen. No se trataba de
Ronzal. Se haba dicho all con ms o menos prudencia, que el
seor Magistral iba a ser en adelante el confesor de la seora doa
Ana de Ozores de Quintanar, porque esta ilustre y virtuossima
dama, huyendo de las asechanzas de un galn, que no era el seor
Ronzal...
-Es Mesa -interrumpió Joaqun.
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